domingo, 15 de febrero de 2015

Dios es Espíritu




La Reforma empezó en el siglo XIV con Guillermo de Ockham. Con él la razón y la fe delimitaron su función específica de forma independiente y, por tanto, la Biblia podía volver a ser comprendida tal como fue pensada y escrita: desde el punto de vista de un Dios lejano e invisible que es accesible exclusivamente por medio de la Fe. Hasta entonces, la razón escolástica (heredera de Platón y Aristóteles) contaminaba y condicionaba el conocimiento de las cosas de Dios. Sin Ockham no podemos entender a Lutero. Al vindicar la “sola escriptura”, Lutero nos decía que las tradiciones humanas basadas en el pensamiento Grecolatino (cristalizadas en el corpus teológico del romanismo cristiano) habían introducido una grave distorsión en la comprensión de la Palabra de Dios. De todo ello surgió el paradigma moderno (fundamento de las revoluciones liberales del siglo XVIII) según el cual Dios y la Fe quedan restringidos a la intimidad del creyente y por tanto separados de los intereses y avatares de la “res” pública. Esto produjo un efecto que nos lleva a error: la conciencia del creyente en exilio, alienada de la realidad del mundo. Como si Dios no tuviera otra realidad que la encerrada y restringida en los fenómenos de la conciencia y el pensamiento del creyente: ideas, estados del ser, esperanzas, metáforas, etc. Si , como suele decirse, toda la historia de la filosofía es una pequeña nota a pie de los diálogos de Platón, el origen del error está en las fuentes de las que bebió Platón, contaminando así toda la historia de la cultura y el conocimiento en occidente. El origen del error está en el conjunto de especulaciones y ritos paganos que comenzaron en Babilonia y se extendieron hasta la India. Pitágoras, Sócrates, Platón y Aristóteles bebieron de las filosofías de la India. De allí heredaron el extremo dualismo entre alma y cuerpo, entre el mundo de las Ideas y el mundo visible. En nuestros días, bajo ese mismo prejuicio, el creyente hace una radical distinción entre espíritu y materia, concepción opuesta a lo que enseña la Biblia. En la Biblia cuerpo, alma y espíritu forman parte de un único mundo que, tras expirar, desaparece. “Los muertos nada saben…”. Aceptar la condición mortal del ser humano es requisito imprescindible para entender qué dice el Dios de la Biblia y cómo es su plan de salvación. La salvación no es en “otro mundo”, sino en éste mismo mundo, pero regenerado y gobernado por las leyes del universo, la ley de Dios, una LEY MORAL que destruye el mal para siempre. Cuando nos alejamos, pues, de la correcta comprensión, surge la tendencia a expulsar a Dios de la realidad, y decimos que no es visible o cognoscible para nosotros, ni para la metodología del científico, como una forma de protegerse ante la evidencia científica: a Dios nadie lo ha visto. El plan de Dios descrito en la Biblia enseña que hasta llegado el momento final de la Historia, cuando el soberano de este planeta, Cristo, aparezca en los cielos para premiar a los que han superado la prueba de fe, y destruir a los que han decidido renunciar a su realidad y a su ley como perfecto orden de las cosas, Dios debe permanecer lejano e invisible, porque Dios quiere salvar a aquellos que han interiorizado su ley y conocen la verdad por medio de la fe. Eso es lo que dice la Biblia, escapar de ello, y recurrir a la separación entre espíritu y materia, puede ser síntoma de una gran flaqueza en la fe del creyente. Pero no es fácil librarse de ello, estamos hablando de más de tres mil años de dualismo en nuestra historia cultural.

Hegel, el filósofo idealista romántico, construyó una teodicea secular basándose en la Biblia. Insertó a Platón en el contexto histórico de la revolución francesa y en la modernidad de forma culminante. La historia tiene un propósito y una finalidad, y su guía era la Razón, o lo que el llamaba el espíritu absoluto. Sustituyó al dios bíblico por un concepto panteísta. Vemos cómo ese exilio del sujeto dentro de sí mismo y de los márgenes de su conciencia tiene su origen en Platón. La filosofía de los idealistas alemanes quiso ubicar el origen de la realidad en la actividad del sujeto, de un Yo absoluto, y esta es la base de las tradiciones místicas de origen neoplatónico y gnóstico. Dios se convierte en una “energía”, un estado de conciencia que nos eleva hacia el mundo del “pleroma”. Este es el error de toda la tradición de la cábala y del judaísmo que no quiere aceptar que su Dios es un Dios físico y real, y que además encarnó y vivió en una vida humana. La flaqueza en la fe, el creer que Dios nunca se manisfestará en el mundo físico o, lo que es lo mismo, el no creer en la segunda venida de Jesús, hace que Dios permanezca para siempre en la seguridad de la conciencia íntima, en el mundo de las ideas y las metáforas del Ser, olvidando que ante Dios tendremos que rendir cuentas cara a cara. Éste es el peligro de todas las tradiciones espirituales, y todas se basan en el error de separar a Dios, al verdadero espíritu que es Ley y es Moral, de la materia de la cual Él es origen, sustento, orden, y de la que forma parte igual que nosotros como humanos. No aceptar esto es caer en el maniqueísmo y en la concepción gnóstica. La tradición gnóstica considera que el cuerpo y la materia son creación del mal (Demiurgo). Según la Biblia, tenemos malas tendencias, pero no existe un pecado original que expulsó a Dios del mundo. Recordemos, fue Dios quien expulsó a Adán y Eva del paraíso. Para que se dieran cuenta de cómo funciona el “mecanismo” del mundo cuando prescindimos o negamos las leyes divinas. Y en eso estamos. Expulsados del orden correcto, vueltos hacia nosotros mismos. En consecuencia, no recordamos ni podemos imaginar cómo son las cosas al ser regidas por la ley divina, por aquella vida y orden que proviene de su espíritu. No podemos ver más allá de la realidad consensuada desde este desorden. Por ello no podemos acceder a contemplar a Dios y a su reino, invisible para nosotros, pero no para el resto de seres inteligentes del universo.


La historia de ese tremendo error cultural que ha alejado al ser humano del Dios de la Biblia termina con Nietzsche, quien vino a poner las cosas en su sitio al volver la mirada hacia la materia como realidad de facto y única, y señalar, correctamente, que el Dios del mundo, el de la tradición teológica y cultural de occidente, había muerto en el entendimiento del filósofo, al tiempo que se distanciaba de las preconcepciones hegelianas negando los absolutos. El nihilismo fue un tiempo de silencio antes del desvelo final, en una historia cultural contemporánea y en una porción de juventud libérrima. Ahora, la lejanía de Dios no se mide desde el erróneo preconcepto dualista, sino en distancias por la Ley no cumplida, y la invisibilidad dentro del cauce que nos marcan los límites del método y del conocimiento científico, instrumentos, en última instancia, del plan de Dios. Por medio de la Fe, Dios está en el corazón cada día. No hace falta, por tanto, exiliar a Dios de la realidad, o nosotros escapar de ella con ideales platónicos.

Espíritu es sencillamente aquello que no es visible, pero no significa que esté ubicado en "otro mundo no físico". Gran parte del espectro de la luz y las ondas electromagnéticas no son visibles al ojo humano, pero no dejan de ser hechos físicos que podemos medir con instrumentos adecuados. Los sentimientos no son visibles pero forman parte de una actividad neuronal que sí podemos registrar. Espíritu, en sentido bíblico, es aquella forma de vida que no podemos ver ni concebir porque vivimos contra la Ley divina que la constituye. La vida que proviene de Dios, implica un reino, gobierno, orden moral y jerárquico en el hombre y en la naturaleza. Un Estado objetivo (Hegel). Schelling dio en la clave cuando dijo que "La naturaleza es el espíritu visible, y el espíritu es la naturaleza invisible". Aquí desaparece el dualismo. Sólo hay Uno, el Espíritu del creador. Dios, en definitiva, es una presencia física en el universo que, a su debido tiempo, será visible para todos los habitantes del planeta Tierra, para los que esperan en la tumba y los que estén vivos en el día de su aparición en la Tierra. Y es Ley, carácter y gobernador. El Rey de reyes.