jueves, 7 de abril de 2016

Tormenta







"...porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" - 2 Corintios 12:10

Muchos consideran erróneamente las pasiones fuertes como equivalente de un carácter fuerte; pero lo cierto es que el que se deja dominar por sus pasiones  es un hombre débil. La verdadera grandeza de un hombre se mide por el poder de las emociones que él domina, y no por las que le dominan a él. ( Ellen White en "Patriarcas y Profetas", cap. 54, pag 373)




Aplicando el filtro frente al imperativo académico. Normalmente los analistas definen el movimiento nazi de los años 30 del pasado siglo XX en base a esto: una rebelión contra el comunismo o contra el capitalismo mercantilista. Pero si intento definir el nazismo desde su núcleo espiritual, ante todo fue una lucha por conservar y volver el alma de Europa hacia el poder de los dioses del mundo antiguo y hacia la sabiduría de los pensadores mediterráneos, el mundo que nunca dejó de ser. Puede ser definido como un sentimiento ancestral. En este sentido no sorprende la pertenencia de Heidegger al partido nazi. En la filosofía de “Ser y tiempo” parece haber algo de esa búsqueda de Dios: alcanzar el Ser era vivir en autenticidad una vida impecable y en un orden perfecto. Eso es Dios, en palabras simples y llanas. Ahora bien, la fórmula " Dios, patria, raza y familia", tan distintiva del régimen nazi y de la ultraderecha , es un invento humano que atiende a los intereses del Estado. Una vez más, la confusión, la mezcla de lo sagrado con lo profano, del hierro con el barro. No obstante, ese grito de rebeldía por reencontrar a Dios, fuera ya de los márgenes del nazismo y de cualquier región o ideología, procede de una sed del alma, de la clara percepción de no ser esto que somos según el pensamiento moderno. En respuesta a ello surge esporádicamente en la vida de los individuos y de los colectivos el "sturm und drang", corriente de vida en tempestad contra los vientos del mundo indefinido y confuso. Contra el gobierno de Satanás. Por eso, pues, Heidegger concluía: no somos esto, no somos cosas, contingencia, casualidad o mercancía. Somos Espíritu y queremos alcanzar el Ser. Eludiendo al dios bíblico parece que Heidegger perfilaba la voz y la llamada de aquel. El Espíritu no es algo etéreo o separado de este mundo, es una vivencia y una forma de conciencia específica. Encauza las energías de la tempestad en favor de la beatitud. ¿De dónde procedía ese torrente de vida?. La eternidad es una promesa escatológica, pero su resplandor habita en aquellos que viven sobre esta tierra en comunión con el Dios de la Ley. La muerte es siempre inminente porque, como también dice el escritor sagrado, "el Señor viene pronto" o " el fin está cerca". Al tener siempre a la muerte a la vuelta de la esquina, el encuentro cara a cara con el Señor, con el Ser, es siempre inminente. Heidegger hurgaba en la diana, pero no hay luz sin el filtro de la Palabra de Dios. El ser y el pensamiento humano deben mostrar sumisión. La Verdad, la autenticidad, el Resplandor y la Felicidad es hacer la voluntad de Dios el Padre Eterno. Comparado con dicha Verdad, la "alegría" y demás rudimentos humanos son un débil plagio.