La luz resplandece con mayor fuerza y significado cuando surge, como una isla imprevista y sorprendente, de un conjunto compuesto a base de piezas donde predomina el escenario lúgubre, el espectáculo inmoral y el ruido de una sociedad deprimida. Este fenómeno se da en la película Cabaret, dirigida por Bob Fosse. A excepción de la secuencia que aquí nos interesa, el resto es una colección de imágenes destructivas y degradantes para el alma, que obviamente nos alejan del Reino celestial. No obstante, el contraste y la contextualización le otorgan toda la enorme emotividad a la que tal vez sea la secuencia musical más bella jamás filmada. Es, al mismo tiempo, una "isla", y un "paréntesis" dentro del conjunto, pero vence por sí misma a cualquier otra idea o seducción contenidas en el discurso y en la estética global de la película. Frente a la depresión económica, social y cultural, triunfa la imagen del bello efebo, armado con su cruz gamada, quien canta a la vida, al amor y a la naturaleza, y hace que los espíritus revivan y vibren en un mismo sentir que clama en defensa de la inocencia, la verdad, la sencillez y el coraje. Bares, discotecas, estadios de futbol y demás lugares de pecado. ¿Quién se atreve hoy a ser el efebo que canta la alegría y libera a todos de esas cadenas de oscuridad para llevarlos al campo y a los bosques?. Se diría, pues, que el triunfo estético es también un triunfo moral y espiritual, pues destruye toda la oscuridad que la envuelve. ( Y ése es el verdadero sentido de la evocación textual: "¿ de verdad crees que podréis pararles los pies ?" ). Y, aunque ahora estamos analizando ante todo la cultura y la imaginación, así fue también en el plano histórico. Hasta donde Dios lo permitió ( por razones obvias que todos conocemos), con ellos no pudieron, ni con sus herederos, pues el bucolismo, el amor al trabajador, el sistema de la seguridad social, ciertos valores asociados a la extrema izquierda y a la extrema derecha, y el desarrollo de la sensibilidad romántica perviven en todo el mundo occidental en la cultura popular y en los programas políticos. Pero ellos fueron la última caballería de occidente que proclamaron la verdad con fuerza y agresividad, sin plegarse a la corrección política imperante hoy en día.
El tema del bucolismo es especialmente interesante. Debido a la satanización del régimen y de la cultura nacionalsocialista, la salud y el amor al paisaje, a las flores y a la música dócil y sensible se ha convertido en motivo de rechazo o de burla. "Cursi" es la forma en que la sociedad califica a todo lo Bello y verdaderamente puro. Por tanto, los valores de la verdad perduraron en nuestro registro de pautas y costumbres sociales incluso después de 1945, pero a un alto precio: tratarlos con relativismo y con frivolidad. Dicen algunos que si tanto Hitler como Mussolini tenían un cierto gusto por lo bucólico es algo lógico porque los movimientos totalitarios son la manifestación de mentes infantiles e inmaduras, cuyo resentimiento y complejo de inferioridad busca cobrar su deuda a base de sangre y fuego. ¡Si a usted le gustan las flores y las montañas de Heidi o la música de Wagner es un retrasado mental o un adulto inmaduro!, dicen ellos. Pero sencillamente ignoran o tergiversan la realidad. La realidad es que todo tiene un límite y que cuando el mundo decide matar y arrasar la inocencia, otros, en un determinado contexto o período histórico, van a tener que tomárselo en serio y coger las armas, conquistar el presente y el futuro, y aceptar que una victoria parcial puede ser la victoria completa. Es un deber moral y forma parte de uno de los atributos de Dios, la Ira, aunque en el caso "nazi", como también sabemos, fue finalmente aprovechada y desviada por el adversario de Dios. Paradójico, sí.