miércoles, 13 de febrero de 2019

La Espada que vence al mundo



A lo largo de la historia sólo ha existido un hombre que haya vencido al mundo, no para someterlo a sí mismo, sino para darle la oportunidad de ser redimido aceptando al Creador y a aquél que es el Camino y la Vida verdadera. Vencer al mundo significa vencer nuestra débil y pecadora condición humana, la condición que es causa y origen de la maldad, la injusticia y las calamidades que afectan a nuestra sociedad, ahora y en todas las épocas. No obstante, a quienes libremente decidan creer en Jesucristo, por el poder de su Santo Espíritu, se les otorga una Espada de Vida y Fuego con la que también pueden vencer ( Juan 16: 33 ). La Palabra de Dios es pensamiento, el tesoro que abre la puerta al lugar santo donde la mente de Dios y la de cada creyente es una sola y la misma. El problema radica en la naturaleza de esa victoria que no proporciona éxitos o reconocimiento, sino la extinción del orgullo y, en cierto modo, del individuo socialmente meritorio y respetable, siendo esa Espada una forma de pensar que rompe la lógica humana. De entre las creaciones de la cultura humana pocas pueden contener tanta belleza y emotividad religiosa como El cant de la Sibil-la, una liturgia que, mediante la música gregoriana y la poesía, durante siglos ( al menos desde el siglo XV ) le ha recordado al mundo que existe un redentor que un día vendrá para consumar la verdad y el juicio que ya está en marcha. Pero aquí nos detendremos en el momento final de la liturgia, cuando la sibila levanta la Espada para mostrarla a la concurrencia. Desde el prisma litúrgico, la espada física representa a la Palabra de Dios, la única que, al santificarnos, nos libera de una condición y de un mundo cuyos días están contados. Levantar la espada supone una advertencia, por un lado, y por otro la oportunidad de que quienes la contemplan sean sellados con el sello de Dios, es decir, con la Ley y el Espíritu. Se requeriría la capacidad de abstracción, ir más allá del elemento físico y visible y encontrar la comunión con esa mente que vence a todos los demonios de la tierra.      

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