domingo, 27 de agosto de 2017

El viaje del anillo





Tendríamos que volver sobre ello más adelante, de momento es menester apuntar algo sobre la historia de Frodo y el Anillo según la conocimos en la versión cinematográfica de Peter Jackson. Catorce años después de su paso triunfal por las salas de cine, parece que la que en otro tiempo fue una trilogía muy popular ya no lo es tanto, y surge la cuestión de por qué no se ha convertido en un clásico. Los atentados del 11 de septiembre del año 2001 abrieron una nueva etapa espiritual y estética para el mundo (según el enfoque de algunos analistas) y, sencillamente, fantasías tan “maniqueas” e inocentes como la de Tolkien quedan al margen de las nuevas necesidades y exigencias de una sociedad decadente. A diferencia de otras sagas populares que sí han sobrevivido a los cambios ( como el caso de Harry Potter o de Star Wars ), la trilogía de Peter Jackson
presenta una radical separación entre el Bien y el Mal, sin apenas matices, y lo hace además utilizando trazos muy gruesos en la creación de los caracteres que representan uno y otro bando: el Bien aparece personificado en la belleza nórdica de hombres, Elfos, Hobbits y ancianos de barbas blancas, y el Mal en la tosca fealdad de los orcos. La sociedad camina hacia un mundo de mixturas y confusión moral y estética, donde el bien y el mal se disuelven en esta confusión de mensajes y de signos. Es por eso que, por ejemplo, The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008), responde mucho mejor al paradigma actual. Sea como sea, seguramente la trilogía que ahora nos ocupa forma parte de ese cine de culto cuyos signos pueden ser apreciados en su atemporalidad, independientemente de las necesidades de la industria, de la cultura y de los imaginarios dominantes. Cuentan los eruditos ( véase este artículo ) que Jackson no supo traducir a formas cinematográficas todo el sentido metafórico de la obra literaria de Tolkien, lo cual parece obvio, pero en ese caso perderíamos de vista lo esencial, que es la efectiva transmisión de una historia que nos remite a los valores eternos de Belleza, Justicia, Tierra, lucha contra el Mal, sangre y sacrificio, amistad y fraternidad. ¿Es más importante la elaboración conceptual y estética, que la efectiva transmisión de esos valores, aunque ello sea a costa de aceptar que estamos ante un blockbuster dotado de cualidades narrativas o estéticas muy esporádicas?. Sí, a efectos del estudio que aquí nos interesa. Jackson se valió de la extraordinaria cualidad emocional y arquetípica de la historia y de los personajes. Cuando una historia cava tan profundo en el alma de niños y de adultos con la capacidad de llenarla de maravillas, la forma de ejecutarla pierde relevancia. Aún así, dicen algunos, todo fue en balde tras el 11 de septiembre.

Precisemos algunos de los significados principales. El anillo de poder es un símbolo del pecado que a todos nos ata en las tinieblas y, a la vez, una materialización del Mal. La Misión de Frodo consiste en un largo y peligroso viaje hacia las tinieblas con el objetivo de arrojar el anillo a las Grietas o el monte del Destino, a los fuegos purificadores, la única forma de destruir el Mal para siempre. Cada hijo de Dios tiene su misión, su Destino, es decir, un recorrido y un viaje personal conforme al poder que Dios le ha dado con el objetivo de destruir el pecado en su propia vida y en la de quienes a él se allegan. Por tanto, cada hijo de Dios es un portador del Anillo. La vida es un recorrido de partida y regreso en el que tras el dolor y las lágrimas en los valles oscuros de Mordor (el presente siglo) viene la recompensa de una tierra de Luz (la vida futura en la eternidad), verde y apacible, eterna y ya libre de pecado para siempre. Y, para el recuerdo, la imagen imborrable de los profundos ojos azules de Frodo ( interpretado por Elijah Wood ), los ojos de la inocencia en otra encarnación más del tonto- casto, del miedo, y de la fragilidad, siempre enfrentados a la rojiza llama del Gran Ojo de Sauron.







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