En el principio era Dios y el hombre, y el hombre era la imagen de Dios, y los pensamientos del hombre eran los pensamientos de Dios. Y así era la vida en el Edén: un Señor y Creador al que servir y obedecer en armonía con las leyes que sostenían aquel mundo perfecto. Belleza, equilibrio, bondad y relación jerárquica desde la criatura hasta el hacedor, pasando por las especies animales y las huestes de ángeles. Y también relación horizontal (relación de igualdad) entre el hombre y Eva, la mujer, y el hombre y sus hermanos. Posteriormente, en tiempos de Abraham, hubo un Rey en Salem, un hombre que encarnó la justicia divina en la tierra ya caída. En síntesis: la relación jerárquica y los modos de relación horizontal, la obediencia consecuente a la nobleza de los seres superiores, junto con la igualdad entre miembros de una misma raza y comunidad, el movimiento "ascendente" (crecimiento en poder, belleza y sabiduría ) y el movimiento "descendente" (la humildad, la compasión y la servidumbre) son constructos del pensamiento humano que, en aquel paraíso original, eran una unidad, la Santa Ley de Dios. Con la entrada del pecado en nuestro mundo y el paso de los siglos, la cultura humana ha ido desarticulando el pensamiento edénico y empezó a formar divisiones, antítesis y doctrinas de opuestos que han enfrentado a los hombres y cubierto de tinieblas a la vida intelectual y política en todas las naciones. Esa aberración llegó a su punto culminante a finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa, dando origen a la abominable división de hombres y de ideas, aquello que conocemos como la Izquierda y la Derecha. ¿Alguna vez nos habremos preguntado, cándidamente, si Dios es de izquierdas o de derechas?. Fijémonos, a grandes rasgos: la "derecha" (tradicionalmente, ya que hoy en día apenas existe un verdadero pensamiento de derechas) representa a la tradición, es la ideología que encuentra en el pasado el fundamento sobre el que construir un mundo que siempre necesita renovarse. La "derecha" defiende el valor de la jerarquía, la disciplina y la obediencia a los más capacitados y fuertes. Antepone el principio de realidad frente a los sueños y las utopías sin mesura. Por su parte, la "izquierda" mira siempre al futuro, allí es donde encuentra una solución utópica a los problemas colectivos, y frecuentemente desestima por completo la tradición y la sabiduría del mundo pasado. La izquierda reivindica la igualdad, la compasión por los seres más "insignificantes" y "débiles" de la sociedad. Resulta bastante obvio, pues, a la luz de la Palabra de Dios, que se trata de una división artificial que provoca un sesgo en nuestra comprensión del mundo y de la realidad social. Los atributos de Dios forman un todo armónico y completo, una intersección en la que la igualdad ( lo horizontal ) no debe estar reñida con la obediencia a los más sabios ( lo vertical ), y así veríamos cómo la tradición fundamenta a la revolución cuando caminan unidas, así como lo "débil" y lo "fuerte" se buscan y se necesitan, complementándose y formando al Hombre íntegro, el Hijo de Dios. Solamente el Nacionalsocialismo tiene carácter trascendente y supera los dualismos políticos e ideológicos, ya que se inspira, al menos, en la perspectiva de los dioses, en la intersección de lo horizontal con lo vertical, y no en la del descarriado viraje de la cultura humana ( específicamente, en sus revisiones más actuales, dejando a un lado, pues, los errores darwinistas y el racismo genocida de los años treinta y cuarenta del siglo XX ). Ahora es un trabajo exclusivo del individuo y de la conciencia individual que está esperando a Dios y quiere formar parte del remanente de los últimos días, pues toda iniciativa política que intente ir más allá del ámbito de la divulgación cultural y de la instrucción espiritual, estaría condenada a repetir el pasado.
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