lunes, 2 de octubre de 2017

Felibrige

Un pueblo ha de ser un Espíritu colectivo, así como la patria podría ser la imagen resultante de la relación entre el sentir del individuo y, por otro lado, la historia, el folclore, el idioma y el paisaje, a partir de lo cual el individuo establece el consenso fruto de una relación intersubjetiva. Así nace la verdadera Nación. Esa imagen de la vida del alma ha de tener su origen en el Espíritu de la Verdad, con lo cual tenemos que ninguna nación, pueblo o patria es verdadera si ésta no surge desde el reconocimiento real y explícito de la autoridad y las directrices de Dios, tesoros que en parte podemos recibir aprendiendo la Tradición. En cuanto a conflictos étnicos y separatismos, el problema de fondo es la ausencia de autenticidad en nuestra vida individual y colectiva. La ausencia del Ser verdadero. Consecuentemente, aparece la necesidad de hallar la "libertad", la "comunidad", la "independencia". La ilusión de trascender caminando hacia nuevos amaneceres, naciendo en un mundo nuevo y en una patria "real". Pero no existe tal cosa en la civilización que adora al "dios" Mammón.  Sabemos que Cristo, en su segunda venida, destruirá el mundo, y de toda nación humana no quedará ni rastro. Y sin embargo, necesitamos hallar una identidad trascendente, ese Espíritu colectivo, esa comunidad que, sintiéndonos parte de ella, nos libere de la opresión del sistema mundial satánico. ¿Dónde hallarla?. La Palabra de Dios contiene una advertencia frente al orgullo y la vanidad humana: existe un pueblo apartado del mundo, pobre, silencioso, y a pesar de ello su boca, a imitación de Dios, será como espada que hiere a las naciones. No podemos estar en los dos bandos, o con Dios o contra Él. O con las naciones de la tierra pecadora, o con el verdadero pueblo de Dios, el cual recibirá la recompensa de vivir en una tierra renovada, distribuida en verdaderas naciones en razón de la sabiduría de Dios, gobernadas por Reyes y sacerdotes que administrarán la sabiduría del Rey de reyes. Escrito está y no existen otras alternativas.
Nuestra sociedad, la misma sangre humana, necesita de la guerra, pero procuremos vencer con la Espada al "dios" Odín- Wotan. Utilizando el lenguaje junguiano, es el arquetipo que se está activando ahora mismo en la conciencia colectiva de Europa y el mundo, el mismo "dios" que arruinó el proyecto del socialismo nacional de la Alemania de Adolf Hitler al llevar al ámbito militar y geopolítico una lucha que debe limitarse a la esfera del espíritu y de la cultura. Recordando, además, que Wotan no es maligno en sí mismo, es una expresión humana que en realidad representa un atributo de Dios: la Ira, la tempestad, la venganza, la guerra y la destrucción en aquel gran día de la batalla del Dios todopoderoso ( Apocalipsis 16: 14 ). La iniquidad aparece cuando el ser humano asume funciones que son tarea exclusiva de la divinidad.
En el "Reino de Oc", desde la edad media hasta el romanticismo del siglo XIX, una luz brilló a lo largo de los siglos. Primero con un brillo puro y luego más atenuado, desde los cátaros ( o valdenses ) hasta el movimiento felibrige, los hombres de la Fe Libre, o los hacedores de palabras y de libros. Un pueblo bravo que lucharía hasta la muerte contra la cultura de las naciones del mundo. Un referente a tener en cuenta para quienes quieran seguir cultivando las humanidades a la Luz de la Palabra. La esperanza de cambiar las mentalidades y las conciencias por medio del ejercicio literario siempre inspirado en los atributos y las directrices de Dios.


Cuando los ángeles de los cuatro ángulos de la tierra dejen de retener a los vientos de la guerra, comenzará de nuevo el breve y pequeño reino de Wotan. Si para entonces no tenemos la Espada bien afilada vamos a sucumbir a la tentación de Satanás, enemigo de Dios y del hombre.




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